Con un juego de palabras en donde la redundancia tiene un propósito
especial, el autor concibe esta novela como un borrador que el lector podría
estar escribiendo, puesto que, solo una vez, casi al final del texto, se
menciona el nombre del personaje principal que la va redactando en primera
persona, en un perenne corregir y "descorregir, para luego corregir lo
descorregido"
El humor viene implícito en la tragedia y nos recuerda las célebres
radionovelas de los años sesenta. En ella se revelan algunas facetas de la vida
política de un país que, al parecer, en 40 años, nunca ha salido de la crisis, a pesar de
poseer grandes riquezas minerales. El texto se inicia con un asesinato
(político) que solo existió en la mente del personaje principal, quien, en su
afán de ser escritor, busca desesperadamente convertir ese asesinato en una
historia que le sirva como tesis para graduarse en la Escuela de Letras.
Paralela a esa historia corre la suya que es como para morirse de la risa o
llorar de tristeza.